La población indígena de América viene luchando desde hace más de 500 años en defensa del medio ambiente y de su organización social colectiva. Con la embestida del neoliberalismo, tanto a la naturaleza como a su organización, esa lucha se ha agudizado.
En todos los países donde existe población indígena, ésta viene luchando fuertemente en defensa de la Madre Tierra, contra los ataques de empresas petroleras, mineras, madereras, etc. También la agroindustria es enemiga del suelo y de la población, pues mata el suelo con el monocultivo y el uso de agroquímicos, superexplota a sus trabajadores y en general produce para la exportación, entre otras cosas, biocombustibles para alimentar a los carros. Otro ataque es la construcción de represas, hidroeléctricas, aeropuertos, carreteras, etc., para servir a las empresas dañando a los pobladores.
La masacre de alrededor de 200 (la cifra oficial es 10) nativos amazónicos peruanos en Bagua, cuyos cadáveres fueron incinerados por la represión, causó indignación internacional. También hay triunfos, como el de Tambogrande que impidió a la empresa canadiense Manhatan extraer el oro que se encuentra bajo la población. En Chile, el gobierno “socialista” reprimió a los mapuches que defiende la Madre Tierra con leyes de Pinochet. En Argentina, Andalgalá y otros pueblos luchan valientemente en defensa del medio ambiente. De Guatemala informan que cientos de miles de indígenas luchan contra la legislación sobre minería. En EEUU, los indígenas se oponen a la minería de uranio que daña a “La gran abuela” (el Cañón del Colorado). En Columbia Británica, Canadá, los indígenas luchan contra la irrupción de construcciones en su territorio para las olimpiadas de invierno.
El ataque del gran capital no es sólo contra el medio ambiente. Sabiendo que la organización colectiva es el arma de defensa de los indígenas, también a ella van dirigidos los ataques. La legislación anti-comunidad indígena fue casi simultánea en México y Perú. Los decretos ley anti-indígenas del presidente peruano son contra el medio ambiente y contra la comunidad indígena.
Precisamente esto refuerza la construcción del poder colectivo indígena.
El ejemplo más avanzado de la lucha indígena por construir su poder autónomo es el de la zona liberada de Chiapas, México. Quien gobierna es la colectividad, eligiendo las autoridades sin que se presenten candidatos. Los miembros de los cuerpos colectivos elegidos, no ganan sueldo por esa función y pueden ser removidos en cualquier momento. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) resguarda a la población de esa zona del ataque gubernamental, sus miembros están impedidos de participar de los organismos de gobierno. Ahí funciona una verdadera democracia. Desgraciadamente esta palabra ha sido tan prostituida desde que nació para denominar la dictadura de los machos griegos contra las mujeres y los esclavos, hasta la denominación actual de los gobiernos del gran capital contra la mayoría de la población, que me cuesta usar ese término. Chiapas es el caso más avanzado pero no el único.
En Cauca, Colombia, según palabras de Raúl Zibechi. “Se trata de 14 resguardos que ocupan unas 191 mil hectáreas (…) en los que viven 110 mil personas (…). En total son 25 mil familias distribuidas en 304 veredas o comunidades rurales (…). En esos territorios existen 18 cabildos, autoridad política indígena que convive con los municipios del Estado colombiano. Los cabildos son administrados por gobernadores nombrados por grandes asambleas y acompañados por alguaciles elegidos en cada una de las veredas. El cabildo, es un poder territorializado que debe convivir con otros poderes que pugnan por reducir su influencia: básicamente, militares y guerrilla.”
En Ecuador, fueron los indígenas con sus manifestaciones multitudinarias quienes aplastaron las actitudes obstruccionistas de la derecha, entre ellas la pretensión mediante el Parlamento, de impedir la realización de la Asamblea Constituyente. Los indígenas afianzaron el gobierno de Correa. Ahora ellos se alzan frente a Correa defendiendo sus territorios del daño que produce la extracción de petróleo, además dicen que la ley de aguas les arrebata derechos, la disputa se extiende al terreno educativo pues exigen ser ellos quienes nombren a los maestros en su territorio e impiden el ingreso de agentes gubernamentales que pretenden entrar para dividirlos. Argumentan, con toda razón, que aplican la nueva constitución ecuatoriana, que reconoce que Ecuador es un estado plurinacional. Esto refuerza la construcción de un poder democrático autónomo. En Bolivia, donde las elecciones todavía son al viejo estilo que no es democrático y donde a los indígenas sólo les corresponde una ínfima minoría de representantes, hace pocos días los indígenas de Beni eligieron al estilo indígena, por consenso, a dichos representantes.
En Honduras, del 12 al 14 de este mes, se realizó el “II Encuentro Nacional por la Refundación de Honduras”, al que concurrieron más de mil delegados.
El principal pivote organizativo fue el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). Fueron los indígenas quienes alimentaron a los asistentes. “No traen lo que les sobra; traen lo que tienen”, dijo la dirigenta Berta Cáceres, cuando llegaban hombres y mujeres de las comunidades con bolsas de maíz, frijoles, café y frutas, para la cocina colectiva. Berta, en nombre de la organización indígena, insistió en que, puesto que en Honduras no existe un gobierno legítimo, el pueblo debe elegir desde la base, sus autoridades.
En el Perú, la masacre del 5 de junio en Bagua reforzó el poder indígena de varias poblaciones amazónicas que tienen puestos de control de quiénes entran a sus territorios y hay comisarías sin policías, quienes temen volver a ellas.
En la sierra, las “rondas campesinas”, organizaciones de autodefensa contra los ladrones de ganado y de justicia interna, surgidas a raíz de la corrupción de jueces y policías, en un principio fueron perseguidas por el sistema, pero ante su multiplicación, tuvieron que reconocerlas legalmente y darles facultades para el ejercicio de justicia a nivel inferior.
Donde hay poblaciones indígenas, ellas tienen organización comunal, más o menos democrática, con mayor o menor fuerza frente a las autoridades del sistema.
TAREA DE LOS REVOLUCIONARIOS
La lucha contra el capitalismo por ser un sistema injusto tiene más de cien años, los revolucionarios de mi tiempo pensábamos que si nosotros no alcanzábamos a derribarlo, lo harían las generaciones futuras.
Ahora vemos que eso es falso: Si las actuales generaciones no derribamos al capitalismo, éste, con su ataque a la naturaleza, exterminará la especie humana, mejor dicho, ya comenzó a exterminarla, fundamentalmente con el calentamiento global producido por la emisión de gases de invernadero: En mi región, Cusco, ya hubo decenas de muertos por los aluviones producidos por el calentamiento. Una isla de la bahía de Bengala desapareció bajo el agua. El huracán Katrina mató mucha gente en Estados Unidos, En África tienen que caminar kilómetros para conseguir agua. El invierno pasado fue excesivamente frío en Europa, hubo muertos. Un río de lodo atravesó una ciudad italiana. En Granada, España y en Buenos Aires, la gente caminó por las calles con el agua encima de las rodillas. Como vimos más arriba, el calentamiento global no es más que uno de los ataques del capitalismo a la naturaleza, y por lo tanto a la supervivencia de la humanidad. Hay muchos consejos de acciones contra el calentamiento, por ejemplo, usar lámparas fluorescentes, pero aunque todo el mundo lo hiciera, eso no va a detener el calentamiento global, puesto que éste y todas las otras formas de deterioro del medio ambiente son inherentes al sistema capitalista cuyo mandamiento sagrado ordena a las compañías multinacionales ganar la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo posible. Hay leyes de protección del medio ambiente, pero otra de las normas del sistema es que con dinero se derrumba cualquier ley.
Si un capitalista por razones morales deja de implantar una industria contaminadora, esa no es una solución, pues la vorágine del mercado hará que otro capitalista ocupe su lugar.
El único remedio posible para frenar el calentamiento global y todo el deterioro de la naturaleza es acabar con el capitalismo. Es cierto lo que voceaban 100,000 personas en Copenhague: “Cambiemos el sistema, no el clima”.
Hago una invocación a quienes luchan por una sociedad más justa, llámense marxistas, libertarios o lo que sea, a que nos ubiquemos en la nueva realidad.
Hagamos un giro en la denuncia al capitalismo, ahora fundamentalmente debemos concentrarla en que a través del ataque a la naturaleza está exterminando nuestra especie, esto es mucho más grave que su explotación a la clase obrera o el saqueo de nuestras riquezas.
También les hago un llamado a que vean lo que está sucediendo: Las poblaciones indígenas, calificadas como las menos civilizadas, están en la primera fila en la defensa de la naturaleza y por lo tanto de la supervivencia de la especie.
Esas poblaciones, hoy día, aún aplastados por el capitalismo, están construyendo el tipo de organización social por el que nosotros luchamos. Para decirlo en las palabras del Sub: “No se trata de tomar el poder, sino de construirlo”.
Si ven esto comprenderán que una tarea fundamental de los revolucionarios anticapitalistas, debe ser la solidaridad con las luchas indígenas en defensa de la naturaleza y en la construcción de la nueva sociedad.
Marzo del 2010
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